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miércoles, 4 de mayo de 2011

Accidentes infantiles, ¿qué debemos hacer?

Rasguños en la rodilla, dolor de tripa misterioso, granitos que pican... Nuestros hijos e hijas son especialistas en este tipo de males. Para tranquilizarlos y curarlos, nada como convertirse en un “curalotodo” serio y comprensivo.
Cuando se hace pupa, ¡menudo drama!
Los adultos decimos: “Hijo, si no es nada”. Pero, para el niño que ha tropezado, sí es algo. Le duele o le da rabia haberse caído y se siente humillado por su torpeza. Por eso reclama atención y respeto. Razón suficiente para que le demos importancia. Sin embargo, los padres no soportamos la idea de no haber sabido proteger a nuestro hijo. Preferimos negar el incidente creyendo que así lo tranquilizamos. En realidad, el niño nota que nuestra negación esconde una inquietud. Y entonces tiene cada vez más miedo de hacerse daño, porque se da cuenta de que también nos duele a nosotros.
¿Cómo debemos reaccionar?
El niño que sufre un pequeño accidente no puede comprender él solo el mecanismo de la caída. Sobre todo porque, a su edad, a menudo se ve traicionado por su cuerpo, que está en pleno crecimiento: hoy se da un golpe allí donde todavía ayer podía pasar sin problema. Hay que hacer caso de sus “pupas” y valorizar al niño. Podemos decirle: “¡Vaya caída! Menos mal que eres fuerte” o “Seguro que te duele, pero tú eres muy valiente, ya verás como enseguida se te pasa”.
Hay que comprender su llanto
No le pidamos que no llore. Estamos ahí para consolarlo y comprender la causa de su llanto: ¿el enfado, la humillación, el dolor? Tenemos que diferenciar su emoción de la nuestra. Podemos decirle: “¡Qué susto me has dado!”, para que entienda nuestra reacción, pero luego hay que añadir: “Esto enseguida se te pasa”.
Dejad que experimente
Ofrecedle estrategias. A un niño que trepa por todos lados hay que enseñarle a qué lugares puede trepar y cómo. Es el mejor medio de evitar rasguños y chichones. Los niños están muy pendientes de la impresión que producen en nosotros. Y nosotros tenemos que encontrar la dosis adecuada de atención para no empujarlo a provocar las pupas y rasguños.

Maurice Titran y Murielle Szac

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